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El nuevo trabajo de Roland Emmerich, 'Asalto al poder', no parece decidirse nunca por qué tipo de película quiere ser. Si consideramos su “potencia de fuego” –explosiones, tiroteos, peleas cuerpo a cuerpo, accidentes de helicóptero, accidentes automovilísticos, una lucha entre carros de combate y unos terroristas con lanzacohetes–, se podría clasificar dentro del actioner más agresivo y caótico. En la línea de su inmediata predecesora, 'Objetivo: la Casa Blanca', pero sin sus tensiones belicosas y paranoicas, arraigadas en la convulsa geopolítica actual. 'Asalto al poder', finalmente, es más una comedia ligera que, en medio de su desenfrenada violencia, hace bromas sobre la corrupción, JFK y Marilyn, la amenaza nuclear o la popularidad de las nuevas tecnologías, estableciendo un curioso 'male bonding' entre el presidente de EUA y un excombatiente de Afganistán. Prescindible.