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Desde la lejanía, ¿qué buscan estos hombres? En tiempo real, condenados a un terrorífico plano general, se mueven por un paisaje árido que se va oscureciendo, sólo iluminado por los faros de la patrulla de coches que los cruza. El macguffin de la trama es un cadáver. Y durante más de una hora de metraje, un fiscal, un médico, unos cuantos soldados y dos sospechosos que no recuerdan dónde han enterrado el cuerpo de la víctima devoran la noche para encontrarlo. Muy pronto entenderemos que no importa que lo encuentro o no, o que los culpables lo sean de verdad: como al David Fincher de Zodiac, a Nuri Blige Ceylan le interesan más el procedimiento y el análisis psicológico de los personajes que sale como resultado. El cadáver es una sombra, un fantasma que embruja las bellas composiciones en formato panorámico de una película perturbadora.
Y tanto que el aburrimiento saca la cabeza entre los matojos de la provincia de Anatolia. Lo hace, pero de forma coherente, no sólo porque la obra del cineasta turco –o al menos la que conocemos en España, de 'Lejano' a 'Tres monos', pasando por 'Los climas' – representa una oceanografía del tedio, sino porque su último film prefiere la deriva a la síntesis, el desviamiento a la línea recta, la descripción de las cercanías de una cotidianeidad laboriosa y rutinaria más que la búsqueda de una respuesta definitiva a las estupideces de la vida. Cuando la cámara de Ceylan se detiene y la road movie se transforma en el estudio anatómico de un error de cálculo –cuando aparecen en escena las mujeres para darnos a entender que quizá tanto trabajo ha sido en vano –, subraya sin estridencias que esta fábula un punto opaca podría haber sido imaginada por Ionesco.
En una lectura más superficial, la película describe la tristeza infinita que hay detrás de la burocracia de un delito cometido por dos borrachos, la maldita niebla que envuelve una muerte inesperada. En una más profunda, Ceylan crea una atmósfera insana para demostrar que toda verdad es relativa, sobre todo cuando lo único que queremos hacer es acabar nuestro trabajo y dejar que el mundo gire a su ritmo.