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Fogo es una isla de pescadores de menos de 240 kilómetros cuadrados situada en el Atlántico Norte y escenario de la tercera película de Yulene Olaizola.
La producción fue posible gracias a una residencia artística en la isla, con la que el gobierno de Canadá espera reactivar la economía local. Aquí viven pocas personas, pero todas carecen de medios para subsistir. Por ejemplo, en toda la película –entre documental y ficción– jamás sale a cuadro un animal silvestre ni siquiera aves, un cortar un árbol para calentarse puede ser la tarea del día, no hay para más.
Esta desesperanza es magistralmente fotografiada por Diego García, acentuando expresiones, rostros curtidos y una que otra lágrima de los protagonistas, que en realidad son los propios habitantes de la isla y no actores.
“Traté de promover que el espectador observe detalles como esos, que escaneara la pantalla, una observación más contemplativa”, explica Olaizola sobre su trabajo.
La película –que compitió en el Festival Internacional de Cine de Cannes, Francia, de este año– podría ser estrenada en la Cineteca Nacional el próximo año, a decir de su directora.