Hay un valor admirable en el gesto de hacer una película capitalizando tu paro, concursando en la tele y empeñando hasta las cejas. No es extraño que 'Justi & Cia' sea un reflejo de la indignación de Ignacio Estaregui y, por extensión, de todos los españoles que muerden el polvo de las colas del paro y tragan saliva cada vez que leen un titular sobre la corrupción. Lamentablemente, el filme interesa más por su 'making of', por sus buenas intenciones y por incluir la última interpretación del gran Álex Angulo, que por su resultado final. Entre la 'road movie' de espíritu quijotesco, la película de superhéroes de barrio y la fábula costumbrista de inequívoco sabor a carajillo, 'Justi & Cia' es torpe en la forma y visceral en el fondo. El problema de su visceralidad es que subestima cualquier atisbo de coherencia narrativa en favor de un efectismo del todo populista.
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