La reina infiel

Lo que te imaginas con el título es cierto. Es una historia de amor, película de época y excelente recomendación para tus suegros. No llega más lejos.

Basada en la historia real de la reina Carolina Matilde de Dinamarca, quien tuvo un romance con el doctor del rey, el guión busca escapar de territorios obvios, cuando no telenovelescos, de los dramas en las cortes europeas, pero el resultado se queda muchas veces atrapado entre situaciones, diálogos y recursos que hemos visto antes tantas veces, como historias de príncipes bastardos y princesas atrapadas (las escenas de baile en donde los amantes se exhiben frente al mundo, la historia narrada por la reina que muchos años después le escribe una carta a sus hijos contándoles lo qué paso). Es difícil no compararla con Anna Karenina que, compartiendo cartelera y actriz, es una historia que bajo la misma premisa y frente a muchos de los mismos retos resultó ser una obra mucho más innovadora.

Lo más interesante es cómo la película logra, en gran parte gracias a tres actuaciones excelentes, relacionar la historia de Carolina Matilde y su apertura al amor con los cambios ideológicos de la época. En plena Ilustración, la reina y su amante impulsaron, a través del rey, reformas a las leyes medievales que seguían en vigor. Mads Mikkelsen, como siempre, construye un personaje real y complejo, un héroe que no siempre es admirable y evita que la película se ahogue en las fórmulas. Alicia Vikander crea una reina discreta sin ser fría y conmovedora sin ser cursi (seguramente la veremos en un blockbuster próximamente). Pero la mayor sorpresa es Mikkel Boe Følsgaard, quien interpreta a un rey que sí sufre de algún trastorno maniaco, no hay cómo negarlo, pero que es víctima de un puesto que no puede ejercer. Al final no sólo lo entendemos, también sufrimos con él. La relación entre el rey y su médico, que va desde la amistad hasta la admiración, y el rencor que se puede sentir por un hermano mayor es de las más sinceras que hemos visto en mucho tiempo.