Time Out en tu buzón de entrada

The Bling Ring

  • Cine
The Bling Ring
Publicidad

Time Out dice

Hay quien dice que es una mujer sin complejos, que vive de acuerdo con lo que sabe y lo que es, en un universo de gente obscenamente rica capaz de coger un vuelo Los Angeles-Florencia sólo para darse el gusto de ver qué tal suenan las voces de 'Friends' dobladas en italiano. Y hay quien dice que, quizá por casta, quizá por capital, lleva desde que se levantó de las escaleras de la ópera de ‘El padrino’ invernando en una cueva de Vogues y leche merengada donde todo es postizo. En cualquier caso, no se puede negar que Sofia Coppola es la única persona del mundo con las narices de convertir un artículo del 'Vanity fair' en una película sin miedo a que la tomen por loca. Al César, lo que es del César.

Que yo recuerde, en el último año he visto dos grandes films de nueva factura sobre vandalismo juvenil. El primero fue 'Foxfire', donde Laurent Cantet nos presentaba a un grupo de scouts motoristas 'low-class' con falda escocesa que dejaban el mito de Bonnie Parker a la altura del betún. El segundo era 'Spring breakers', donde Harmony Korine convirtió a Selena Gómez y a sus comparsas de Disney Channel en una banda de terroristas salvajes con pasamontañas rosas y bikinis fluorescentes que disparaban las metralletas a ritmo de Britney Spears. En cambio, la idea que Coppola tiene del adolescente con malas pulgas no pasa de un montón de malcriadas con Visas sin fondos que se dedican a reventar los armarios del sector más repulsivo de la Costa Oeste, de Paris Hilton hacia abajo.

Antes hacía ver que el suyo era un cine de lo 'kitsch'. Ahora ya ha mutado en una fascinación declarada por la beautiful people de caprichos millonarios, la misma que la ha llevado de la jet set de Hollywood a la corte de Versalles. Ahora es un cine todavía más vacío de gracia, nervio e ideas. Tanto llevar la superficialidad por bandera, tanto anclarse en las ostentaciones más ridículas de la alta sociedad, ha acabado creyéndose el cuento de la lechera, y piensa que su mundo de fantasía anfetamínica es el mismo en el que todos queremos vivir. Y sigo sin juzgar, pero a ver si se le rompe el cántaro y descubre que en el otro lado del 'Vanity fair' hay una humanidad que resiste. Al César lo que es del César, sí, pero al pueblo lo que es del pueblo. Y que no pretendan que comamos pasteles.

Escrito por Josep Lambies
Publicidad
También te gustará