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Comienza como un drama costumbrista italiano: la exaltación por la figura materna y la visualización de las provincias como fábricas inagotables de alimentos. Sin embargo, el director Ferzan Özpetek (Estambul, 1959) tiene la virtud de matizar su cinta bajo diferentes tonos dramáticos y así, poco a poco, el largometraje se desenvuelve como una comedia situacional, gracias a un guión agridulce que se apoya en el choque de generaciones, para narrar la vida de una familia italiana cuya estructura se rompe cuando uno de los miembros confiesa su homosexualidad.
Özpetek estructura la cinta con dos historias paralelas. En la primera, Tomasso Cantone forma parte de una acaudalada familia dueña de una fábrica de pastas, y un día decide revelar un secreto durante una cena; sin embargo, su hermano mayor se adelanta con otra noticia. La segunda se presenta como flasbhack, donde la cámara sigue a una mujer con un vestido de novia que recorre sin sentido fijo un pueblo polvoriento en perfectas postales cinematográficas, cortesía del fotógrafo Maurizio Calves; el rumbo lo encuentra, y también nosotros, justo al final del filme.
Özpetek maneja en este filme los tabúes como líneas argumentales y no como excusa para propiciar debates. Sus obsesiones, como la muerte y los cánones sociales, siguen perennes como la columna vertebral de su obra.