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James DeMonaco, creador de 12 horas para sobrevivir (The Purge, 2013), actualmente debe ser el hombre más feliz en Estados Unidos, dado a que la temporada de campaña presidencial se convirtió en un polémico desastre. En la tercera entrega de la serie, el director y guionista se aprovecha de la rabia ideológica y la frustración que ha alimentado la escena política actual, por lo que la cinta es como echarle más leña al fuego.
Esta vez se enfoca en una senadora y candidata presidencial (ajá), cuya premisa es ponerle fin a “la Purga”, el periodo anual de 12 horas en los que todos los crímenes —especialmente los asesinatos— son legales. Año de la elección hace explícito lo que los anteriores filmes escondían: “la Purga” ha sido diseñada por una jurisprudencia de raza blanca —el New Founding Fathers of America (NFFA)— para reducir gradualmente las masas de pobres no blancos.
Así, la senadora Charlie Roan (Elizabeth Mitchell), después de sobrevivir a un intento de asesinato, se da a la fuga y atraviesa las calles violentas de Washington, DC, con su jefe de seguridad (Frank Grillo). Los ayuda un grupo de ciudadanos de clase trabajadora, desde afroamericanos hasta mexicanos, liderados por el dueño de un restaurante, Joe (Mykelti Williamson).
La mayor parte de la acción es rutinaria y los diálogos rara vez son más que funcionales, pero DeMonaco sabe cómo presentar los mejores valores de su franquicia. Sin embargo, se deja llevar por la furia de la época. Si bien no hay una explícita analogía a Donald Trump, la secuencia culminante, ofrece un guiño al conservadurismo radical llevado a los extremos. La NFFA no quiere construir un muro para mantener fuera a los indeseables, pero sí exterminar a todos los que ya están en su territorio, y la explotación de la ansiedad contemporánea del filme da urgencia a ese escenario de correr y disparar.