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Frente a una inmensa reja de metal, un viejo guardia de seguridad le dice a Ulrik (Stellan Skaarsgard): “Camina derecho y nunca voltees”. Instantes después, mientras Ulrik deambula por un paisaje desolador e invernal, gira su cuello y ve con nostalgia la prisión.
Al parecer, la cárcel era un lugar más acogedor, y al parecer, Algo así como un buen tipo intenta doblegar todos los clichés sobre gángsters reformados que han plagado al género desde los años 30. En esta cinta sueca de Hans Peter Moland no existen los arquetipos básicos del asesino atormentado, ni tampoco del capo que intenta convencerlo de regresar a su vida criminal. No: en esta comedia negra los personajes principales viven al día, sin riesgos y con una parsimonia que los vuelve cercanos, humanos.
Stellan Skarsgaard, el actor sueco con mayor proyección internacional de los últimos 25 años, interpreta a Ulrik desde una trinchera minimalista. Sus ojos dicen más que sus diálogos, y es perfecto para este papel que navega debajo del radar. Su personalidad es contrastante: tiene un secreto, un pasado violento que oculta para acercarse a un hijo con el cual nunca ha tenido una relación.
En esta dualidad, la cual permea toda la cinta, existe un equilibrio bien definido entre el humor que nace de situaciones cotidianas, como ciertos momentos sexualmente incómodos o la sorpresa que se lleva Ulrik cuando su hijo nunca le muestra resentimiento. No obstante, el filme también presenta un conflicto moral sobre el papel que juega la violencia dentro de la vida de un hombre que no conoce otra forma de escapar de sus problemas. Moland resuelve este problema lentamente y nos lleva de la mano –o, mejor dicho, a través de su cámara fija– a una redención que mezcla ironía con film noir, y que dejaría satisfechos a los hermanos Coen o a Aki Kaurismaki: la única forma de renacer es aceptando que no podemos cambiar nuestra naturaleza.