En este lado del ancho Atlántico, donde concebimos la política religiosa desde el orden estamental vaticano –política y ley, vaya–, nos sorprende ver un sistema eclesiástico como el que muestra 'American Jesus'. Uno que se divide en parroquias para 'cowboys' vaqueros, surfistas californianos, motoristas apátridas y unos que van cubiertos de piercings y tatuajes. Todos ellos se declaran fieles a un Dios, bíblico, colérico, poderoso. Todos ellos profesan su fe a este Padre Eterno, ojo que todo lo ve, a través de una existencia furiosa, desbocada, como si fueran las primeras criaturas del Génesis que pisaron tierra firme. Una historia coral sobre el impulso religioso que poco tiene que ver con la vieja Europa. Que sólo podía darse en los paisajes indómitos de una América brava que no tiene otra liturgia que la de la llamada salvaje. Sólo el Todopoderoso habría podido crear un mundo tan selvático.
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