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No todas las comedias románticas tienen que ser iguales. El Medio Oriente y éstas son tan opuestos que alinearlos en un guión provoca un morbo casi automático, una necesidad de indagar si los sentimientos pueden florecer entre las dunas, un sol abrasante y una cultura que, por lo menos a nivel fílmico, siempre ha sido un escenario bélico.
Amor imposible nos sorprende con su planteamiento desde el primer acto: conocemos al Dr.Alfred Jones, experto en peces y con una personalidad retraída (Ewan McGregor es una especie de Forrest Gump con acento escocés) y también a Harriet Chetwode-Talbot (Emily Blunt), la representante británica de un multimillonario jeque, cuya autoestima es tan frágil que se enamora de sus one night stands. El guionista Simon Beaufoy (Slumdog Millionaire, 127 horas), se aleja de los clichés del género al evitar el amor a primera vista. En su lugar, propone que su relación se concentre en casualidades y crezca a través de la admiración profesional: Harriet pretende contratar al Dr. Jones para que lidere un proyecto de crianza de salmones en el desierto de Yemen, una hazaña imposible, pero que sirve como una analogía al momento en que estas personas, aparentemente diferentes, comienzan a enamorarse.
¿Cursi? Un poco: hay momentos en que los diálogos empalagan la pantalla, pero las actuaciones convincentes y enternecedoras de los protagonistas logran que nos encariñemos con ellos, e incluso queremos que tengan un final de cuento de hadas. Sin embargo, el director Lasse Hallström vuelve a caer en el mismo error que ha permeado su carrera What’sEating Gilbert Grape?, The CiderHouse Rules, Chocolat: olvida las subtramas por enfocarse tercamente a narrar una historia de amor, como si fuera una adolescente fan de Twilight.
El contexto político que había servido como sustento y excusa para detonar el filme se derrumba absurdamente durante la segunda mitad. La manera tan sutil en que se fabrica la telaraña de Primeros Ministros, burocracia y relaciones y que después concluye de una manera tan infantil, nos deja con un sabor a boca lleno de frustración y engaño. El resultado provoca que la película se sienta forzada, y es una lástima, porque el potencial de la historia y el talento de sus actores la perfilaba como una rom-com inteligente. Al final, Amor imposible es una historia de amor distinta, pero poco memorable.