[title]
La primera película de Ant-Man: El hombre hormiga tuvo éxito debido a su enfoque de "menos es más": relleno con chistes visuales tipo "Querida, encogí al vengador". La película se apoyó fuertemente en el encanto inocente de Paul Rudd como el excriminal convertido en microhéroe —Scott Lang—, y en algunos brillos de su amigo Luis —Michael Peña— que se robaron la escena. Sin embargo, la hormiga vuelve en una secuela que se esfuerza por ser divertida, pero sin la misma irreverencia.
Nos encontramos con Lang bajo arresto domiciliario por aliarse con el Capitán América, recordemos todo lo que pasó en Capitán América: Civil War. Por supuesto, no puedes mantener a un ladrón enmascarado encerrado en su casa por mucho tiempo.
Entonces aparece Hank Pym (Michael Douglas) —el gruñon genio— y su hija Hope Van Dyne (Evangeline Lilly) que le piden ayuda en su búsqueda para salvar a la esposa de Hank, Janet (Michelle Pfeiffer), que durante 30 años ha estado atrapada en el reino cuántico, un lugar donde toda la lógica se dobla al servicio de la trama, pero al parecer Hank tiene una forma de rescatarla: Ant-Man con ayuda de Hope y su alterego, The Wasp.
En esta entrega, Marvel hace una búsqueda poco inspiradora y presenta fragmentos de una exposición pseudocientífica que tendrán sentido solo para aquellos con doctorados en física cuántica. Hay una secuencia de persecución sólida, utilizando algunos puntos emblemáticos de San Francisco, pero los villanos son sobresalen; la anodina Ghost (Hannah John-Kamen) y el mafioso Sonny Burch (Walton Goggins) son decepcionantes después del carismático terror que infundió Thanos en Avengers: Infinity War.
Incluso Peña y un elenco de apoyo capaz, como Bobby Cannavale abraza osos, están paralizados por un guión en el que muchas bromas no amarran. Te da la impresión de que no importa quién vive, muere o se encoge, Ant-Man y the Wasp persigue un plan maestro de MCU… si solo el viaje hubiera sido un poco más ruidoso.