Bienvenidos a Marwen

En el año 2000, el artista Mark Hogancamp fue agredido en su pueblo por unos compañeros de bar que se habían enterado de que era un travesti. La paliza le hizo perder la memoria. Como terapia, construyó una Bélgica en miniatura en el patio de su casa, con figuras de acción de la Segunda Guerra Mundial: avatares de sí mismo, sus atacantes eran nazis y las mujeres representadas como protectoras / salvadoras.

Una historia fascinante, explicada en el premiado documental 'Marwencol' (2010) y que aquí se intenta convertir en una peli de las de hacerte sentir bien, con resultados desiguales, a ratos insoportable. Queda claro que Robert Zemeckis –coautor del guión– quiere enfatizar el triunfo del espíritu humano de Hogancamp; la creíble interpretación que hace Steve Carell del atormentado protagonista es un activo. Pero a menudo se le presenta como su alter ego en miniatura, en exageradas secuencias digitales de combate. Estas fantasías –que quieren dramatizar su vida interior– en realidad chocan con la vida real. Aún peor: algunas se presentan como pesadillas, malinterpretándolas como fuente del trauma en vez de la manera de superarlo. Convertir lo que pasó en una exhibición de efectos especiales niega el drama y ablanda la dureza.