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Duelos jazzísticos de batería, la Segunda Guerra Mundial, heroína, psicodelia, road trips alrededor del mundo, percusiones africanas, mujeres, un extraño encuentro con Fela Kuti, peleas a muerte con la mitad del medio musical inglés de los sesenta y setenta, caballos para practicar polo y el renacer de un verdadero héroe desde las cenizas cada vez que sea necesario. Así se forma el documental dedicado al renegado de renegados del rock, Ginger Baker.
La película nace del artículo publicado en agosto de 2009 en Rolling Stone que le abrió las puertas del periodismo al director Jay Bulger. El texto relata el viaje que Bulger emprendió a Sudáfrica para localizar al legendario, ingobernable, psicótico, junkie pero, sobre todo, talentoso baterista de Cream, Blind Faith y Public Image Ltd. Apartado de la vida pública, esperaba que algún loco lo (re)descubriera. Un año después de esa exitosa publicación, Bulger regresa, cámara en mano, para saber qué sucedió con el influyente músico después de haberlo presentado a una nueva generación de escuchas, sólo para toparse con que Baker está en bancarrota y sin haber agarrado una baqueta en meses.
Este descubrimiento lleva a Bulger a otro demandante encuentro con este esquivo y misterioso personaje. Por ende, las imágenes de archivo, las entrevistas con la crema y nata del mundillo rockero o las recreaciones de ciertos pasajes, en forma de animaciones sombrías, no son tan atractivas como esa relación amor/odio que gradualmente entabla un fan acérrimo con su ídolo. Todo, producto de una fascinante investigación que fue demasiado lejos y tomó los rumbos más insospechados posibles.