Cumbres

A partir de la guerra contra el narcotráfico, la violencia en México se transformó en un evento cotidiano. Llegamos al punto en que estamos acostumbrados a escuchar sobre muerte, asesinatos y decapitados. Ya nada sorprende.

La cinta dirigida por Gabriel Nuncio se ubica justo antes de que el crimen perdiera su rostro y se transformara en algo colectivo. En marzo de 2006,  Diego Santoy asesinó a dos menores en la colonia Cumbres, en Nuevo Léon. A cambio recibió 138 años de condena.

Cumbres, por su parte, no retrata la parte sanguinaria del caso. Al contrario, Nuncio narra la historia que pocos –o nadie– se preguntó jamás: ¿Qué hizo Diego Santoy luego del doble infanticidio? Escapar, por supuesto.

La historia inicia cuando Miwi (Aglaé Lingow) es forzada a preparar su maleta y huir a casa de su tía. ¿De qué huyen? Lo descubre hasta después. Al momento sólo mira cómo sus padres abrazan a Juliana (Ivanna Michel), su hermana mayor. Todos están cubiertos de lágrimas y se despiden con un dolor evidente.

Gran parte de la historia sucede dentro del automóvil que maneja Miwi. Allí, las hermanas crean un lazo fortísimo. Se unen para hacer frente a su destino y viven valiosos momentos juntas. Al final se encuentran en una calle sin salida. No hay escape. Por más que corran, no podrán esconderse. Al menos no para siempre.

Cumbres se inspiró en una terrible tragedia y entregó un drama hecho con una fotografía impecable. Las actuaciones amateur le imprimen un desarrollo natural y la vuelven más real.