Dolittle

Dolittle ha sido, durante mucho tiempo, un proyecto de ensueño para su estrella, Robert Downey Jr., pero es difícil imaginar que esta versión es lo que estaba soñando, incluso durante sus noches más febriles. El escritor y director Stephen Gaghan encuentra poca alegría en la simple premisa de los libros de Hugh Lofting, sobre un hombre que puede hablar con los animales. Gaghan, que se hizo famoso escribiendo dramas para adultos como Traffic y Syriana (que también dirigió), parece una elección extraña para dirigir una película en la que uno de los personajes principales es un avestruz de mente sangrienta.

En esta adaptación, John Dolittle es un ermitaño. Una vez navegó por el mundo con su esposa, charlando con animales y curando sus enfermedades. Pero después de la muerte de la Sra. D, se ha encerrado con un grupo de criaturas. ¿Qué lo hace salir? La Reina de Inglaterra se ha enfermado, amenazando el futuro de su hogar (larga historia), y se ve obligado a volver a la acción. Lo único que puede salvarla es una fruta que crece en una isla que nadie ha encontrado.

De flojera esta premisa; ¿cómo puede una fruta no descubierta ser una cura conocida para algo? La voz en off se usa para tapar huecos en la narración de cuentos, mientras que Downey Jr, que interpreta a Dolittle con un acento vagamente galés, simplemente se ve desconcertado. Para cuando llegamos a un final, todo sentido se ha desvanecido y parece que la única opción es sacar un final del trasero de un animal.