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Es esa película que desde que empieza saber que hay de dos sopas: o va a pasar exactamente lo que crees que va a pasar o va a dar un giro inesperado y te va a volar la cabeza. Tuve fe los 83 min, siempre esperando que me sorprendiera pero nunca lo hizo. Desde que empieza la cinta, los clichés no dejan de salir hasta de las coladeras. Se trata del típico niño bonito inadaptado, que es brillante, pero sus problemas personales lo llevan a ser el emo de la esquina del salón, que nunca hace la tarea, no tiene amigos y sólo usa sus cuadernos para hacer dibujos. Claro que tiene una pésima relación con su mamá que no lo entiende pero lo presiona para que le eche ganas a la vida. Por su puesto también está la niña bonita que si tiene amigos, que si le va bien en la escuela pero que tiene por ahí un lado obscuro que atrae a nuestro joven inadaptado. Evidentemente él se enamora de ella y pasa todo lo que crees que va a pasar. Sí, termina justo como crees que va a terminar.
Es una lástima que caigan en estos clichés, más cuando una de cada diez películas de los últimos 15 años tratan de esto. Están de moda los antihéroes, los chavitos sensibles, confundidos, que se enamoran de la niña guapa de la escuela pero al final encuentran su autoestima en alguno de sus talentos y salen adelante. Estoy segura que habrá un jovencito incomprendido que va a amar esta cinta, o probablemente cualquier adolescente que sufre, aunque sea un poquito, se va a sentir identificado. Pero para todos los demás, no creo que pase de un “pues no está tan mala” o “está tierna”, si bien le va.