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La tercera entrega de 'El corredor del laberinto', la saga distópica para jóvenes basada en las novelas de James Dashner en la línea de 'Los juegos del hambre' o 'Divergente', cierra la trilogía por todo lo alto. Con Wes Ball de nuevo tras las cámaras, el film se alarga más de dos horas para desplegar una trama de acción de voluntad trepidante en un contexto postapocalíptico. Esta vez los protagonistas han de hacer una incursión en la Última Ciudad para rescatar a sus amigos mientras los responsables de CRUEL siguen buscando un antídoto a la epidemia que asola el mundo. Larga y dispersa, 'La cura mortal' lo apuesta todo a la espectacularidad. Secuencias como la del prólogo o la del autobús demuestran que Ball es de lo más competente con la acción. Pero no consigue extender el interés del film ni al conflicto narrativo ni al envoltorio distópico, con aquel malogrado subtexto de guerra generacional. Y si realizaran un electrocardiograma a las emociones que transmiten los personajes, saldría una línea plana e inacabable.