El exorcismo de Anna Waters

Hay muchos elementos en la nueva película de Kelvin Tong (The Maid, 2005) que podrían causar miedo u horror: niños solitarios y pálidos, una casa enorme y casi abandonada, muertes abruptas, referencias religiosas, mensajes en código y exorcismos. Pese a eso y tener una escena de arranque estremecedora, el director singapurense no supo mezclar los elementos para inquietarnos con su historia.

Es en el desarrollo de la trama donde recaen las deficiencias, y no por lo que se cuenta –una mujer que viaja al otro lado del mundo para averiguar la causa del suicidio de su hermana–, sino porque hay acciones injustificadas, tropiezos constantes en los clichés del género y escenas que no aportan nada a la historia, e incluso llevan su porcentaje de humor involuntario. Por eso, no hay manera de tener la hipótesis de que el desastre de Kelvin Tong es por intentar salirse de las fórmulas, además de que hay escenas que lucen como parodia de otros filmes como El aro (Gore Verbinski, 2002) y El rito (Mikael Håfström, 2011).

Tampoco ayudan las actuaciones que en su mayoría están fuera de tono y hacen poco creíbles sensaciones como el terror, la curiosidad o la sorpresa. Aunque no todo está perdido para El exorcismo de Anna Waters: no es fácil mantener atención a lo que ocurre en pantalla, por lo que la labor de los efectos de sonido y los especiales logran su cometido y no te librarás de los sobresaltos.