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El sentimentalismo fílmico, esa arrogancia por manipularnos cardiacamente, es palpable en cada minuto de la cinta de John Madden (Shakespeare enamorado); sin embargo, los clichés y el empalago escénico se olvidan momentáneamente cuando los protagonistas del filme –un puñado de veteranos británicos– dejan de ser personajes acartonados y con los cuales podemos identificarnos: son personas que únicamente buscan un poco de paz y compañía.
La cinta gira alrededor de un grupo de retirados que decide ir a la India a pasar sus últimos años dentro del lujoso Hotel Marigold. Al llegar a su destino, encuentran que el recinto está en ruinas, pero no quieren regresar a Inglaterra. Madden dota a su dramedy de sensaciones dispares, manejando con sutileza temas intrínsecos a la madurez de los personajes: la soledad, el miedo a morir y la independencia. Sin embargo, es a la vez predecible y poco sutil, pues desde un principio puedes anticipar los diálogos y las acciones se sienten telegrafiadas.
El Hotel Marigold es una cinta bienintencionada, que cumple con expectativas técnicas: la fotografía del paisaje indio es un festín cromático y, aunque carece de sustancia, al final sólo debe ser tomada como lo que pretende ser: una fábula sobre la vejez.