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Desde que Martin Scorsese hizo 'Casino' y 'Kundun' no se había visto un cambio de rumbo tan extremo como el de Jon S. Baird que, tras la adaptación de 'Filth', se adentra a explorar la amistad entre dos gigantes de la comedia como Stan Laurel (Steve Coogan) y Oliver Hardy (John C. Reilly). Es un film repleto de nostalgia por la industria del celuloide y contratiempos con sombreros, una canción de amor en tono menor ideal para compartir con la abuela.
Escrita por Jeff Pope, la historia transcurre a lo largo de los últimos años del dúo, coincidiendo con la agotadora gira que hicieron por teatros británicos. Estamos en el 1953 y el mundo prefiere a nuevos talentos como Abbot y Costello en vez de su slapstick. Se adelgaza su público y las perspectivas de futuro del tándem.
Los protagonistas brillan: Reilly desafía el traje dudoso y deviene el paternalista Hardy, siempre obsesionado con las cosas buenas de la vida. Coogan es la revelación: adopta los modos de Laurel –aquella manía de rascarse la cabeza–, cargado de torpeza y melancolía. Ambos se funden con el personaje, en un ejercicio que evidencia horas de trabajo. Escuchamos diálogos míticos, pero acertadamente no abusan de gags para la audiencia nicho. Shirley Henderson y Nina Arianda se ponen en la piel de Lucille e Ida, las parejas del dúo. La película gana vida cuando los cuatro están en escena, a pesar de titularse Stan & Ollie.