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Es probable que Aaron Moorhead y Justin Benson fueran los primeros en admitir que no tenían mucha idea de lo que hacían cuando realizaron su ópera prima, 'Resolution', una minúscula producción donde un hombre trataba de desenganchar a su mejor amigo de las drogas, encerrándose con él en una cabaña en el bosque. Un planteamiento de 'buddy movie' dramática que los directores salpicaban con apuntes fantásticos sugestivos, pero dispersos.
Curiosamente, fue el (modesto) culto que generó el film lo que permitió al dúo descubrir las influencias latentes en su debut, empezando por Lovecraft. No es de extrañar, pues, que 'El infinito' se abra con una cita del escritor de Providence: con esta película, Moorhead y Benson han querido poner orden en su imaginario. Los mismos cineastas se colocan en el centro de la ficción, interpretando a dos hermanos que vuelven a la secta de donde huyeron años atrás, donde encuentran un desconcertante misterio existencial. Las constantes referencias a las vivencias anteriores de los protagonistas dan la sensación de estar viendo una serie de la que nos hemos perdido la primera temporada, pero esto también densifica el universo de la cinta, que llega al punto de revisitar los escenarios de 'Resolution' para redimensionar el significado de aquella obra temprana, y establecer una constante temática en torno a la fidelidad de los lazos fraternales.