El museo de las maravillas

Ben es un niño sordo y huérfano que, en la década de los 70, huye de casa para descubrir la verdad sobre sus orígenes paternos. Medio siglo antes, en los años 20, Rose también desafía los peligros de la sordera y se escabulle hasta la metrópoli de Nueva York en busca de una diva que la tiene fascinada. En 'Maravillas', Brian Selznick explicaba estas dos líneas argumentales mediante diferentes lenguajes que se iban intercalando: la prosa era para las peripecias de Ben, mientras que las emociones de la pequeña Rose se comunicaban con ilustraciones. La adaptación cinematográfica que Todd Haynes ha hecho del libro es totalmente fiel a esta estructura (no se tiene que pasar por alto que el guion esté firmado por el mismo Selznick), pero en la película, los saltos que van de una historia a otra son menos impactantes (porque a pesar de pasar del sonoro y el color al cine mudo y en blanco y negro, los dos relatos comparten el medio cinematográfico) y a la vez más artificiales (porque el ritmo viene impuesto por el montaje, no por la experiencia de lectura individual).

En cualquier caso, 'El museo de las maravillas' revalida el buen ojo del director de 'Lejos del cielo' y 'Carol' para recrear el pasado de los Estados Unidos (son particularmente memorables las imágenes de un Harlem setentero y en ebullición, donde brilla la fotografía de Edward Lachman), y acaba ganándonos gracias a un último acto que deja atrás la aparente frialdad del dispositivo narrativo bicéfalo para fusionar la danza de este par de historias en un todo decididamente sobrecogedor.