El planeta de los caracoles

Esta historia de un hombre que no puede ver ni oír a causa de una enfermedad está narrada con paciencia y en imágenes. No hace falta que nos diga gran cosa. Con la insistencia de mostrarnos las manos del protagonista ya se hace patente que el tacto tiene para él una gran importancia a la hora de relacionarse con el mundo. No hay música, pero sí un trabajo sobre el sonido. En un momento de la película, vemos como el protagonista se toma su tiempo para acariciar un árbol, para sentir la textura de la corteza y el olor de las piñas. El sonido ambiente de los niños jugando en el parque da paso a un ruido compuesto para la ocasión. Es uno de los pocos momentos en que un elemento ajeno al personaje interviene en el relato de sus sensaciones. Es un film limpio y hace de la pausa la mejor herramienta para describir el día a día del personaje.