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El vendedor

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Time Out dice

Hay películas que cavan su propia tumba pensando que hacen lo contrario, que exhiben un humanismo sin mácula. Es el caso de ‘El vendedor’, que parece no conformarse con hacer el meticuloso estudio de un personaje con pocos pero sólidos anclajes vitales -una hija y un nieto encantadores y, sobre todo, un trabajo vocacional como vendedor de coches en un remoto pueblo de la región de Quebec- y mete la pata cuando quiere amplificar su radio de acción moral. Marcel (excelente Gilbert Sicotte) no es un mal hombre, o eso piensa el canadiense Sébastien Pilote antes de castigarlo de la peor manera- González Iñárritu estaría orgulloso- porque pone por encima de su conciencia solidaria su obsesión por vender. ¿Por qué, pues, invierte una hora en justificarla? ¿No es tramposo culpar a Marcel de insensibilidad social cuando el film nos reserva su versión más incómoda para el final, cuando le conviene retratarlo como un enfermizo solipsista?

Escrito por Sergi Sánchez
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