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Entre escenas de playa, danzón y café, el director mexicano Marcelo González presenta su opera prima Estar o no estar, película que, más allá del romanticismo y la felicidad, envuelve al espectador dentro un debate entre la existencia y la búsqueda del ser.
La cinta narra la vida de Augusto (Flavio Medina), un hombre de mediana edad que, tras la repentina muerte de su madre, decide liberarse de su pasado y visitar el pueblo de Tlacotalpan en Veracruz. Ahí conoce a Nastenka (Aislinn Derbez) una joven ucraniana que, al igual que Augusto, desea darle un giro a su vida y hará todo lo posible por lograrlo.
La película se desarrolla desde la mente depresiva de Augusto, personaje que vive entre la realidad y la ficción y que, ve en Nastenka la posibilidad de ser feliz en la vida. Esa dualidad entre lo real y lo onírico, la personalidad tan distinta de ambos personajes se retrata gracias a la fotografía de Jerónimo Rodríguez: por un lado, nos muestra la obscuridad y penumbra que impera en la vida de Augusto, y por el otro, la luminosidad que se refleja en la imagen de Nastenka.
El danzón y canciones de Agustín Lara, como “Arráncame la vida”, son claves para adentrarnos en el corazón del estado de Veracruz. Así como melodías interpretadas con piano que permiten sumergirnos en la melancolía del personaje y llevarnos inclusive más lejos que la propia escena.
A pesar de que la cinta propone una narrativa distinta y procura salirse de los lugares comunes, el guión no se exenta de huecos debido a las frágiles y forzadas citas literarias que nos presenta el director como lecciones de vida. Pareciera que no Marcelo supo definir si se trataba de una película comercial o de arte, y se nota su dilema en esas inconsistencias.
Si bien no se trata del mejor filme, la música, la fotografía y el contexto veracruzano hacen de Estar o no estar una cinta entretenida y –¿por qué no?– hasta invita a reflexionar sobre la finalidad de nuestra existencia.