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Beto, guardia nocturno en un gimnasio, está en pleno proceso de zombificación, parece una extraña enfermedad y se va descomponiendo poco a poco. Unas llagas por aquí, un rajada enorme y profunda en el abdomen, y unas podridas que se caen. Su apetito desaparece. Terrible dolores le acometen. Su vida parece sin sentido y su muerte imposible.
Así, decide alejarse del mundo y renuncia a su empleo, pero su jefa, la gerente del gimnasio, no lo quiere dejar ir, insistiendo en que si es su último día, tienen que pasarlo juntos, quizá sólo para descubrir que la extraña condición de Beto es una analogía de la vida misma y la soledad.
Esta película de Sebastian Hofmann es un tanto asquerosa –imaginen ver desprender una uña podrida– como el propio director reconoce. “Es una película que reta a nuestra propia mortalidad y a la idea de que todos nos estamos pudriendo. No es una película fácil, sobre todo a las 9 de la mañana y en ayunas”, explica Hofmann, durante la presentación de su ópera prima en el Festival Internacional de Cine de Morelia.
“La putrefacción del personaje es una metáfora de nuestra propia putrefacción”, comentó el director.
Sobre la definición de su película dentro del género de terror, Hofmann respondió que: “No me gusta que la cinta sea considerada una película de zombies. En algún momento me lo plantee como tal, pero cuando empecé a escribir el guión con Julio Chávez Montes decidimos salirnos de ahí e intentamos hacer una película más seria: un muerto viviente que está aferrado a la vida”.