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Después de pasar el primer reto que, obviamente, consiste en saber pronunciar correctamente su nombre, con el tailandés Apichatpong Weerasethakul hay que atenerse a un estilo contemplativo, premisas inconexas casi siempre ubicadas en zonas rurales de su país, el exotismo y el folclore del antiguo reino de Siam; elementos siempre polémicos en su obra, los cuales pueden dividir seriamente al público.
Continuando con las historias paralelas acerca de la reencarnación, ya vistas en cintas como Malestar tropical o La leyenda del tío Boonmee, aquí estamos ante la filmación de una película donde el propio director aparece a cuadro, dando instrucciones y solicitando a un amigo cierta tonada que acompañe lo que veremos; acerca del mito de un fantasma que recorre los pasillos de un hotel a las orillas del río Mekong, que es relatado por los incipientes novios Phon y Tong, y la madre de Phon, los cuales trabajan en dicho lugar. Las conversaciones que sostienen no interesarían si no fuera por el hecho que en sus vidas pasadas, este trío ha sido ese ente que devora lo primero que se encuentra en su camino.
Una guitarra melancólica omnipresente e invasiva durante los 57 minutos de metraje, un guión confuso y el eterno plano con el que cierra la película, donde varias lanchas recorren el río sin dirección aparente; en una nueva oportunidad que se tiene para saber si Weerasethakul es una total tomada de pelo o de plano ya nos hemos tardado en reverenciarlo.