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I Am Not a Witch es una película impactante. Trata de un montón de cosas. Es una fábula de realismo mágico ambientada en Zambia actual y tiene mucho que decir sobre el género y la superstición. Por otra parte, es una sátira, una tragedia y una comedia a la vez. Además, notablemente, la escritora y realizadora debutante Rungano Nyoni hace que esta combinación funcione.
La joven Maggie Mulubwa interpreta a Shula, una huérfana de ocho años que es acusada de brujería y se ve obligada participar en un espectáculo itinerante de brujas. Se le maltratan, pero se la veneran: recurren a su "poder" para escoger a criminales descarriados. Hay toques de Kafka a medida de que Nyoni explora estas contradicciones y se burla de los burócratas ridículos.
La principal figura cómica —y el villano— es el Señor Banda (Henry BJ Phiri), un funcionario público que explota a Shula para su propio beneficio. Lo encontramos en un baño; una compañera está enjabonándolo mientras habla por teléfono con un policía sobre “la nueva bruja del pueblo”. Presenta a un patriarca feo que perezosamente se aprovecha de las mujeres para sus propios fines —y hay muchos Señor Banda allá afuera—. Nyoni, quién nació en Zambia y creció en Gales, se quedó en verdaderos campamentos de bruja como parte de su investigación.
Algunas escenas son muy largas, y la película no es una obra exótica fácil de tratar: los turistas occidentales son implícitamente culpables en esta historia. Sin embargo, eso la hace aún más cautivadora.