Esta es la crónica de cómo las mezclas cine-realidad de los últimos años han dado paso a un postmelodrama contemporáneo. Ira Sachs tiene una larga historia en la escena gay neoyorquina, y este film es el reflejo de todo esto, centralizado en su relación amorosa, obsesiva, destructiva, con un adicto al crack que a la vez es el ‘alter ego’ de uno de sus amantes reales. No esperéis reivindicación social, tremendismo ni sentimentalismo en esta película que tiene fuentes claras: una versión refinada del estilo Cassavetes, una reelaboración del cine francés de los 60-70 y una recreación del cine americano de los 70, todo encapsulado en apartamentos tan luminosos como gélidos, exteriores anónimos, elipsis fulgurantes y secundarios poderosos. Quizás la sofisticación es algo impostada, pero el conjunto es vibrante, doloroso, y tiene las escenas de sexo más honestas vistas en mucho tiempo.

Reseña
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