En 1946 Jean Cocteau hizo su versión de ‘La bella y la bestia’, con Jean Marais de príncipe encantado, una obra de arte, sutil e hipnótica, a medio camino entre la pintura lírica de Fragonard y el genio de la troupe de Breton. Para el año 2014 nos llega este remake que cansa antes de empezar. Puro alarde de recursos, pura suntuosidad digital. Con un ejército de gigantes de piedra que ni en ‘Jason y los argonautas’, una fuente mágica con surtidor y lucecitas que ya tiene más fanfarria que todos los números musicales de ‘La sirenita’ y unas cuantas docenas de perros encogidos por culpa del hechizo que parecen gremlins pasados de LSD. Pero lo peor es el final, manipulado y manipulador, tan reaccionario que da urticaria.
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