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En su nueva película, La gloria de las prostitutas, no hay volcanes que escupen lava, fenómenos naturales ni secuencias de asesinatos desgarradores, pero sí turistas sexuales en Bangkok que eligen "novias" numeradas como si estuvieran recogiendo langostas en un tanque, adolescentes luchando por los posibles clientes en un burdel de Bangladesh, y un tour por Reynosa, Tamaulipas ("La Zona"), donde las prostitutas ofrecen servicios rápidos en moteles con habitaciones sucias.
La sutileza puede no ser el punto fuerte de Glawogger con su perspectiva sobre el cuerpo de la mujer reducida a simple mercancía. Una joven mujer le pregunta claramente a la cámara "¿hay otro camino para nosotras?, ¿hay un camino en absoluto?". El hombre detrás de la cámara permanece en silencio.
Su crítica de lo que trajo a todas los trabajadoras sexuales a su respectivo lugar en la vida sugiere una respuesta. Sin embargo, no es gloriosa en lo más mínimo.