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Hace casi 10 años que Ánima Estudios comenzó con la saga de animación más sólida de México. Con una técnica en CGI -que reafirma el estilo de Ánima Estudio–, se han encargado de trasladarnos a inicios del siglo XIX para conocer a Leo San Juan y sus amigos, quienes en cada entrega se involucran con un personaje de alguna leyenda mexicana, a la par de que se habla un poco de su contexto –antes de la guerra de Independencia–.
Es así que el cuarto capítulo, La leyenda del chupacabras, nos traslada a los primeros años de la lucha. En ese momento, nuestro pequeño protagonista ya es un preadolescente y es confundido por un rebelde de las tropas de Hermenegildo de Galeana. A la par de que es arrestado, aparece una criatura extraña que extrae la sangre de cabras y personas, por lo que quedan petrificados.
Ante su encierro –y posible fusilamiento– y la crisis que desata el chupacabras, Leo recurre a sus viejos amigos: Alebrije, Teodora, Evaristo y las calaquitas de azúcar, Finado y Moribunda. Y así comenzarán la aventura de la que prácticamente se desprenden dos relatos –como ha ocurrido en las anteriores entregas–: el primero enfocado en nuestro héroe y el segundo en sus colegas, quienes intentan acercarse a él pero antes deben sortear una serie de obstáculos.
Pero la esencia de “Las leyendas” no persiste sólo en ese aspecto narrativo, también prevalece su humor blanco, el cual se construye por comedia de pastelazo, los chistes que hacen referencia a la cultura popular mexicana y los diversos acentos de sus personajes. Tal pareciera que La leyenda del chupacabras no busca aportar nada al género, ni agregar un toque fresco a la saga –lo intenta con gags referentes a la tecnología actual–, pero su fórmula –no tan efectiva para los adultos– está más que “calada y garantizada” por los niños que han crecido con ella, no en balde se logró esta cuarta cinta y tendrá su serie animada en Netflix en 2017.