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En resumen, 'El amante doble' nos da la bienvenida con el plano detalle de una vagina, que a través de una fundición de montaje se transforma mágicamente en un ojo del que derrama una lágrima. François Ozon va fuerte, y aunque su última película nunca consigue igualar el atrevimiento de esta apertura hermosa, sí recupera el pulso provocador de sus inicios, sacándose de la manga un caramelo erotizado que se refleja en el funambulismo inverosímil del cine de Brian de Palma. Cuando Marine Vacht, a quien Ozon descubrió en 'Joven y bonita', pierde la cabeza por el psiquiatra interpretado por Jérémie Renier y por su perturbador hermano gemelo (¿o son la misma persona?), el film se agrieta en un laberinto de intriga psicológica, que a ratos manipula la imagen de manera aberrante para visualizar deseos y bajas pasiones, pero también tiene ideas de feliz sencillez, como difuminar una pantalla partida para sugerir la atracción que sienten dos personajes que todavía no han dado el primer paso hacia el contacto físico.