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En sus dos películas anteriores, ‘Sinister’ y ‘El exorcismo de Emily Rose’, ya vimos que Scott Derrickson perdía el culo por ofrecer un espectáculo sobrenatural de grandes dimensiones, con trampas y sustos de todo tipo, en detrimento de la lógica narrativa, de la búsqueda de subtramas. En este tercer film, basado en un libro del investigador de fenómenos paranormales Ralph Sarchie, le flaquea exactamente la misma.