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Sin que se nos explique la trascendencia de los hombres y mujeres septuagenarios franceses que protagonizan esta película, de manera paulatina logramos enterarnos que todos ellos tienen algo en común: son homosexuales que durante la década de los sesenta subsistieron a un clima de represión e intransigencia; decidiendo dejar el anonimato que sugiere el título y presentarse ante la vida pública de diversas ciudades galas.
El problema reside en una edición en la que todo lo que se dice o se ve debe conservarse. Como si no se supiera que su función es la de ser un filtro para retener la esencia que se desea del tema. Un buen ejemplo son los 15 minutos en la recta final. Señoras narran a cuadro una muy extrovertida juventud: fueron activistas; incluso, una de ellas confiesa haber practicado abortos clandestinos en plena época en la que el anticonceptivo entró al ojo del huracán. El montaje sabotea los únicos momentos logrados de un documental que hace un brusco corte para pasar a otro comentario insípido de un pastor que, durante toda la película, repite cómo ha experimentado sexualmente con hombres y mujeres desde su infancia. Candidata a formar parte de los invisibles.