LuTo

Luisa y Tomás tienen una relación de dos años. Comenzaron con risas y citas encantadoras; se hicieron novios, decidieron vivir juntos y, en algún punto, todo el futuro que habían imaginado se pierde en el camino.

El desgaste emocional de los protagonistas de LuTo se anuncia desde los primeros minutos de la cinta, pero no es el "qué", sino el "cómo" lo que le da valor a la ópera prima de Katina Medina Mora.

A la joven cineasta le basta retratar 24 horas en la rutina de Luisa (Patricia Garza) y Tomás (Juan Pablo Campa) para dejar a los ojos del público su hostil relación. Aunque todo parte de un día de fiesta, cualquier momento es bueno para saltar hacia el pasado de los personajes –con flashbacks- y lograr una radiografía de su (des)amorío.

Los momentos de crisis y asfixia se enmarcan con el pequeño departamento de la pareja –con una honrosa vista hacia el World Trade Center-; algo que contrasta con sus momentos de felicidad, que tienen como telón lugares abiertos y fuera del caos del DF.

Estos contrastes, a los que se suman las transformaciones de los dos involucrados, no son más que una reflexión hacia la degradación del amor en tiempos actuales, del tedio, los miedos y la falta de compromiso.

Si bien Medina Mora muestra los blancos, negros y escalas de grises de la dinámica de Luisa y Tomás, la cineasta optó por dar mayor fuerza al personaje femenino: es Luisa la interesada en restaurar lo roído y es también la actriz Patricia Garza la única que luce a cuadro, ante una interpretación débil de Juan Pablo Campa.

LuTo comparte premisa –la decadencia de una relación- y narrativa no lineal con otras películas como Triste San Valentín (Derek Ciafrance, 2010) y 500 Días con ella (Marc Webb, 2009); sin embargo, es una propuesta interesante y fresca del cine mexicano.