Matar o morir

¿En qué thriller no encuentras la satisfacción de ver a una heroína eliminar a los asesinos que mataron a su familia?, pues Matar o morir es una película tan descabellada como incompetente. La protagonista, Jennifer Garner, debió pensar que esta película haría por su carrera lo que Búsqueda implacable —del director Pierre Morel— hizo por Liam Neeson, pero el resultado es lo suficientemente malo como para hacer que cualquier actor renazca con un alias.

Garner interpreta a Riley North una ama de casa que ve a su esposo e hija morir ante los tres minions de un narcotraficante —amigo de su esposo—. Un abogado de mala calidad y un juez pagado aseguran que el trío no se enfrentará a la justicia y casi conseguirán que Riley vaya con el psiquiatra, pero ella escapa. Cinco años después: los cadáveres de los asesinos cuelgan de una rueda de la fortuna (¿eh?), y ni siquiera sabemos el destino del abogado. En lugar de tomar una venganza significativa, Riley pasa la mayor parte de su tiempo en la pantalla haciendo volar a los subordinados anónimos del capo. Y en lugar de intentar darle a Riley una vida interior, o explicar su transición de mamá suburbana a asesina letal, Matar o morir pierde el tiempo con escenas aburridas de indefensos agentes de la ley que intentan rastrearla. 

¿Sabes ese truco visual cliché en el que la imagen se expone de forma doble? Morel lo usa con demasiada frecuencia en esta cinta, en lugar de dar cualquier ritmo o estilo que pueda haber distraído al público de sus muchas inverosimilitudes. Incluso la importancia del título no está bien establecida. Lo único que logra Matar o morir es consolidar 2018 como el año en que Hollywood demostró ser incapaz de producir una película de acción decente dirigida por mujeres.