En las primeras imágenes vemos a tres hombres sordos contar sus historias sobre el abuso infantil en la Iglesia Católica y nos damos cuenta de lo increíblemente poderoso y hermoso que puede ser el lenguaje de señas. Estos hombres fueron víctimas de Lawrence Murphy, un sacerdote estadounidense que trabajó en una escuela para niños sordos entre 1950 y 1974. Un lobo al que le confiaron el cuidado de los corderos, que abusó sexualmente de más de 200 niños.
El caso ha sido ampliamente reportado, pero esta sigue siendo un documental importante y escalofriante: la conspiración del silencio va recorriendo un camino que termina en el Vaticano. La primera denuncia contra el padre Murphy se hizo en 1958, pero las políticas de la iglesia los protegían legítimamente, así que en lugar de entregar a los sacerdotes sospechosos a la policía, se dejó que los niños sufrieran en silencio.
Alex Gibney no es el primer director en abordar el mal que hacen los hombres santos, pero puede ser uno de los más ambiciosos. Gibney ha demostrado que se puede hablar de un asunto delicado y sintetizar información de una manera periodística creíble y accesible.