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Dicen que libros malos hacen buenas películas; de ser cierto, ello explicaría por qué Memoria de mis Putas Tristes, la adaptación de la última novela -y bestseller- escrita por Gabriel García Márquez, es tan consistentemente fallida.
La película tiene un inicio promisorio: un hombre habla por teléfono: "Hoy es el día, mañana cumplo 90 años y quiero regalarme una noche de amor con una adolescente virgen". El hombre es un escritor y columnista, que al final de sus días no sólo busca las suaves mieles de la juventud vía la ósmosis sexual, sino que además irá recordando su vida de niño y adulto, donde la constante fueron las mujeres, prostitutas la mayoría, con las que fue entendiendo al mundo y eludiendo al amor.
Con flashbacks constantes que no aportan nada, una edición que revela varios minutos desechados, así como una total falta de imaginación en su intento por capturar el famoso "realismo mágico" de García Márquez, la cinta es visible únicamente por las actuaciones: un efectivo Emilio Chavarría que se echa en hombros casi todo el numerito y una portentosa Geraldine Chaplin como anciana celestina son la excepción en un filme que invita, definitivamente, a mejor leer el libro.