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Quizá haya que culpar a Harry Potter y a Katniss Everdeen de ser los primeros, pero desde entonces la fórmula hollywoodense de llevar cualquier éxito literario juvenil a la gran pantalla ganó una creciente y merecida mala reputación.
Siguiendo esta tradición llega Mentes poderosas, adaptación de la novela homónima de Alexandra Bracken que forma parte de una hexalogía, en la que se plantea un escenario futurista y distópico donde ser joven es motivo de castigo.
La historia comienza cuando el 98% de la población de niños muere por una extraña enfermedad y los sobrevivientes desarrollaron extraños poderes sobrenaturales. Como consecuencia, los persiguen y privan de su libertad y son enviados a campos de concentración en donde son clasificados por color de acuerdo a sus poderes y rangos de peligrosidad; verdes, súper inteligencia; azules, telequinesis; amarillos, electricidad; rojos, fuego; y naranjas, poderes mentales —los más peligrosos—.
Es en uno de estos campos que Ruby —Amandla Stenberg— descubre que pertenece a la categoría naranja y que la única forma de escapar a un fatídico destino es fugarse, por lo que sus poderes psíquicos serán de gran utilidad.
Durante su huida conoce a Zu —Miya Cech—, Chubs —Skylar Brooks— y Liam —Harris Dickinson—, un grupo de chicos a los que rápidamente se une para buscar un mundo utópico en el que no son perseguidos. Pero, como el planteamiento lo deja claro, el mundo adulto es el enemigo a sortear.
Mentes poderosas logra hacer evidente un mensaje de emancipación juvenil que podría dar pie a una crítica social incisiva y emocionante al estado actual de las brechas generacionales; sin embargo, la química fallida entre sus protagonistas juega notablemente en su contra —caso contrario a lo que ha salvado a otras sagas exitosas similares—. Aún más reprochable resulta el hecho de que, después de establecer su universo en los primeros 10 minutos, la directora Jennifer Yuh Nelson —quien antes solo había dirigido las dos secuelas de Kung Fu Panda— no logra llevar la trama a ningún lado, enfocando todos sus esfuerzos en convencernos de que este grupo de jóvenes es uno en el que deberíamos invertir tiempo y dinero en sus posibles secuelas.
Si con Mentes poderosas sus creadoras buscaban dar inicio a una saga que cuestiona las truculentas operaciones del mundo adulto en contra de la juventud y el poder revolucionario de sus diferencias, la realidad es que lo único que logran es ponerse el pie evidenciando su complicidad en dichas prácticas.