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El acento británico de James Corden resulta un poco ridículo en su interpretación de la estrella de la ópera de Britian’s Got Talent, Paul Potts. De cualquier forma, este sujeto le imprime un aire agradable a la historia del tímido gerente de un almacén ubicado en Gales que en 2007 impresionó a Simon Cowell.
El problema de la cinta es que la verdadera historia de Potts fue modificada para ajustarse a los estándares hollywoodenses. Algunos detalles incómodos fueron omitidos. Cambiaron la nacionalidad de Potts, quien en realidad es inglés y eliminaron a su parientes. Los realizadores se muestran tan desesperados por hacer el nuevo Billy Elliot que transforman a Potts en un adorable perdedor que triunfa ante la adversidad. Todo aparece demasiado calculado para hacer que los americanos queden flechados por la típica vida británica, sus peculiares acentos y sus pubs.
Los mejores segmentos ocurren cuando Potts se enamora de su futura esposa, Julz (la brillante Alexandra Roach). Este par se conoce en internet y cuando se encuentran en persona, terminan comiendo en casa de sus padres.