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Cuando Flaherty dirigió 'Nanuk el esquimal', en 1922, no sabía que estaba soltando el halcón de caza que alborotaría el palomar por los siglos de los siglos. Voces eméritas entre cinéfilos más o menos puristas, de Jean Rouch a Chantal Akerman, se preguntarían a raíz del experimento de Flaherty si de verdad se puede demarcar un límite entre el documental y la ficción. 'Nanuk' se presentó al mundo como un reportaje sobre el comercio pesquero de los esquimales del norte de Quebec, pero en realidad buena parte de lo que se veía era un falseo, fruto de una meticulosa puesta en escena.
Sobre la mentira de Nanuk se ha derramado mucha tinta, pero nadie se lo había tomado nunca de una manera tan personal como Noah Baumbach. Algunos dirán que 'Mientras seamos jóvenes' no es más que una comedia ácida sobre una pareja que afronta la crisis de los 40 como quien se ve obligado a beber un vaso de leche agria. Son los mismos que pensaron que 'Frances Ha' no era más que un episodio de 'Girls' en blanco y negro. Con una astucia felina digna del Woody Allen de 'Maridos y esposas', Baumbach construye un discurso sobre la integridad que utiliza la farsa del cine para contárnoslo todo sobre la farsa del hombre.
Vayamos por partes. Bien Sitller es un documentalista cargado de principios morales que rozan la neurosis. Su mujer es una productora interpretada por Naomi Watts, y no tienen hijos. Hastiados, deciden transformarse en 'hipsters' de manual e inventarse una segunda juventud, con drogas, chamanes y una euforia temeraria confeccionada a medida: un simulacro en toda regla de la época en que se querían comer la vida a dentelladas, como un baile de disfraces e imposturas. Muy fina.