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El cineasta autodidacta Kim Ki-duk fusiona sangre, orina, castraciones, empellones, incesto y cuchilladas en su más reciente filme para llevar al espectador por una línea que apenas separa la carcajada de la repulsión.
Censurada en Corea, Moebius se presentó por primera vez en México durante la 58 Muestra Internacional de Cine y regresa para impregnar las pantallas comerciales con su tono nauseabundo y humor negro.
El filme parte de la relación incestuosa de una familia, encabezada por el padre y seguida del hijo puberto, la madre y una amante. Todo inicia cuando la esposa intenta castrar al marido infiel. Al fracasar en ello, termina cercenándole el miembro al hijo mientras éste duerme. La ausencia del falo del adolescente provoca una serie de acciones descabelladas que prevalecen durante todo el relato.
Sin diálogos, el director logra un ensayo sobre las pasiones y los excesos libidinales. Quizá desde los impactos de coches que magullaban cuerpos en Crash: Extraños placeres (David Cronenberg, 1996) no se había visto en una muestra tanto maltrato y dolor relacionados con el placer sexual.