Morgana

Si 2012 terminara en agosto, Morgana sería la candidata más seria para llevarse el penoso título de “La peor película del año”, además de “Peor guión”, “Peor actriz”, “Peor montaje”, “Peores efectos especiales” y “Peor director”. ¡La ganadora absoluta! Pero su triunfo es nuestra derrota: esta cinta es ofensiva al buen gusto y a la capacidad que, como espectadores, tenemos para poder soportar una historia durante más de hora y media sin la necesidad de levantarnos de nuestro asiento y pedir que nos regresen el dinero.

Morgana es una película cuya principal incógnita es saber quién y por qué decidió financiarla; es casi inverosímil que una historia cuya principal trama se base en Vacaciones del Terror (sí, la de Pedrito Fernández), haya tenido luz verde –seguramente en cualquier taller de guionismo existen una docena de tramas más interesantes y mejor construidas-; además, no tiene un rumbo fijo, ni personajes que produzcan algún sentimiento más allá de indiferencia, y lo más frustrante: si la catalogan como una cinta de terror ¿por qué el único horror que provoca es que haya una secuela?

Los errores no sólo son humanos (aunque Irán Castillo y el resto del elenco parecen salidos de una obra de teatro escolar): la música se usa con demasiada frecuencia y los efectos especiales recuerdan las peores épocas de El Santo vs Algún-Monstruo-Mal-Maquillado. Si en Wikipedia buscáramos la palabra “churro”, habría una foto de Morgana.