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Hace veinte años, el videojuego 'The need for speed' inició una fructífera saga de entretenimiento virtual que se enmarca en el mundo de las carreras de coches ilegales, cosa que sirvió de indudable referente para 'A todo gas'. Irónicamente, la adaptación cinematográfica del juego no se puede librar de la comparación con esta franquicia, aunque la inserción de imágenes de 'Bullit' insinúa que el film quiere mirarse en ancestros más nobles. Un toque de distinción del todo innecesario, dado que 'Need for speed' sabe perfectamente que su misión es llenar la pantalla de placeres primarios: unas persecuciones filmadas con pericia artesana, sin rastro de postproducción digital, donde los motores rugen y pasan por encima de una raquítica trama de amistad y traición que sólo destaca por el choque entre la voz ronca de Aaron Paul y el pulido acento británico de Imogen Poots.