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23 años antes, Shirley Valentine ya sugirió que unas idílicas vacaciones en la playa podían ser suficiente para que una mujer de mediana edad menospreciada por el marido se encontrara a sí misma. Paraíso: Amor, la sorprendente primera parte de una trilogía de estudios de personajes femeninos del autor austriaco Ulrich Seidl, adopta un punto de vista bastante menos idílico de los beneficios del sol, la playa y el comercio local: Teresa (Margarete Tiesel), la protagonista, una respetable matrona, más que encontrarse acaba de perderse en las costas de Kenia.
Adentrándose en el turismo sexual de una manera similar a como lo hacía el personaje de Charlotte Rampling en Vers le sud (Laurent Cantet, 2005), el filme de Seidl es más sexualmente explícito –si siempre has deseado ver un joven adonis africano entre los muslos de cuatro rotundas mujeres europeas de cierta edad, ya no te hará falta buscarlo en rincones especializados de internet–, pero no tiene ninguna intención de excitar al espectador. Paraíso: Amor pone a prueba nuestras presunciones sobre edad, raza, clase y género, de manera aguda y sin piedad, explayándose en la clase de interacciones que Hollywood nos ha enseñado que no son aptas para el consumo mayoritario, e invitándonos a preguntarnos por qué queremos apartar la vista de la pantalla.
Tiesel mantiene los motivos de Teresa valientemente opacos durante todo el filme: tras huir de su primer encuentro con uno de los muchos "acompañantes" que rondan por su hotel, continúa la búsqueda con un encuentro tras otro, todos ellos sablazos infelices. Una búsqueda condenada y obtusa que aporta una sincera nota de desesperación a la construcción exquisitamente austera y calculadamente claustrofóbica de Seidl. Con 120 minutos de duración, quizás el director se explaya demasiado en nuestra incomodidad, pero es reconfortante estar a nuestro lado de la pantalla.