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En un planeta lejano llamado Arkanar, un grupo de terrícolas es testigo incógnito de la persecución de pensadores, intelectuales, escritores y ratones de biblioteca. Este plano extraterrestre no tiene criaturas verdes ni naves espaciales; en su lugar, ahí se vive un periodo con las mismas características de modus vivendi y barbarie que la Edad Media.
El cineasta ruso Aleksei German (Twenty Days Without War, 1976) presenta así una realidad en la que lo cotidiano son fosas de excremento, horcas y personas atadas a cepos, lo mismo que asesinatos arbitrarios y brutalidad rutinaria. Este viaje al espacio del medievo se cuenta en 170 minutos de blanco y negro.
La cinta, obra póstuma de German, se vale de un desfile de imágenes grotescas para introducir al espectador en el estado de abrumación que experimenta Don Rumata, uno de los exploradores infiltrados en aquel planeta. El oscurantismo se vuelve sofocante y Rumata, antropólogo de profesión, decide ayudar a los perseguidos, sufriendo las consecuencias de intervenir en los acontecimientos naturales de Arkanar.