Run

Aunque se desarrolla en una comunidad costera escocesa pequeña y enferma, Run canaliza un gran y ruidoso mito estadounidense. A saber, el que Bruce Springsteen describe en “Born to Run”, la inspiración clave de este drama de bajo presupuesto, en el que los autos veloces y la carretera abierta ofrecen una ruta de escape ideal, en un pequeño pueblo de Nowheresville.

Mark Stanley interpreta a Finnie, un padre de 30 años con un hijo adolescente (Anders Haywood), quien al final de otro largo y tedioso día destripando peces, decide que ya ha tenido suficiente. Se escabulle con el Honda Civic de su hijo Kid, convirtiéndo accidentalmente a la novia de Kid (Marli Siu) como copiloto, reviviendo desesperadamente su pasado imprudente.

Pálido y con los ojos hundidos, Stanley representa a Finnie como un fantasma viviente; una cosa hueca que atormenta su propia vida. Es una actuación deslumbrante, complementada por las imágenes del director Scott Graham. Durante gran parte de la película, vemos el mundo desde la perspectiva detrás de la rueda de Finnie, empañado y desenfocado por un parabrisas azotado por la lluvia, con el sonido de chillidos y gritos que resuenan desde las calles justo fuera de la pantalla. No está pasando tanto por el infierno como por el limbo. Una situación empeora por el hecho de que puede ver su propia historia repitiéndose a través de Kid.

Con un tiempo de ejecución de 77 minutos, un elenco pequeño y solo unas pocas ubicaciones, es un drama compacto y despojado, que tiene un compromiso obstinado con su tema que lo convierte en una nota única, con poco para agregar una vez que su punto hecho. Pero gracias a la intensidad de agarre del asiento de sus breves escenas de carreras y la profundidad del compromiso de Stanley, te mantendrá enganchado en todo momento.