Secretos mortales

El director londinense Matt Winn decidió salirse del molde que siempre lo había caracterizado y dejó atrás los cortometrajes de comedia –The Brunchers (2013) y We are happy (2015)–, para incursionar dentro de un nuevo género cinematográfico con su segundo largometraje.

Secretos mortales es una cinta de terror que a través del suspenso nos envuelve en la historia de Ella (Mischa Barton), una joven enamorada que está a punto casarse. Sin embargo, una duda de infidelidad de parte de su prometido la obliga a buscar un antiguo diario que contiene la verdad acerca de su relación. Para esto, debe visitar una almacén en el que gente guarda objetos y pertenencias sin valor. Un lugar que esconde muchos más secretos que cosas personales y donde su novio decidió guardar la verdad.

En compañía de una amiga, Ella se adentra en el edificio pero tras una confusión en las tarjetas de acceso abre la puerta equivocada y se libera un misterio terrorífico que pronto marcará el rumbo de sus vidas. Al igual que Ella hay un grupo de personas que, apareciendo como almas perdidas, visitan el almacén con el fin de guardar o modificar una parte de su vida. Todos tienen que dejar a un lado el orgullo y el miedo, para unir sus fuerzas y escapar de aquel laberinto que, poco a poco, se convierte en la trampa de un asesino.

Toda la película te mantiene en un estado de alerta que se complementa con la colaboración de Andrew Pearce, quien está a cargo de la banda sonora de la película. El compositor, también conocido por su participación en Rápidos y furiosos 6 (2013), presenta una elevación de los tonos musicales durante los momentos de más tensión en la película, acrecentando así los niveles de suspenso.

Por la manera en que se narra, la historia hará que te preguntes hasta dónde es capaz el ser humano de arriesgar su vida con tal de encontrar la verdad. El resultado no es sorprendente pero sí bastante decente para una película de bajo presupuesto.